La moción de censura de Podemos al Presidente Mariano Rajoy, ha sido más constructiva de lo esperado. Pablo Iglesias ha hecho una rectificación en toda regla a su línea de intransigencia y altanería política y ha optado por la moderación, ofreciendo un programa que no se aleja mucho de las ofertas socialdemócratas que pactaron PSOE y Ciudadanos. Podrá obedecer a una estrategia, arte en el que Iglesias es un maestro, o quizá al convencimiento de que la radicalidad no conduce a ningún resultado positivo. El desarrollo de la moción de censura ha constituido un debate de altura política, exceptuando la salida de tono final del portavoz del PP Rafael Hernando, y ha servido sin duda para reconstruir los puentes rotos por el líder de Podemos con los socialistas en los intentos de formación de gobierno del pasado año y para volar las conexiones, si había alguna, con Ciudadanos y Albert Rivera.
La moción ha satisfecho ampliamente los deseos de protagonismo de Pablo Iglesias sin límite de tiempo ni de intervenciones para permanecer en la tribuna, pero también ha sido una catarsis para reconocer sin proclamarlos sus errores recientes en el proceso de acuerdos para formar gobierno tras las elecciones de junio.
Dejando a su portavoz Irene Montero el papel de azote del gobierno y de Rajoy, se ha presentado a la Cámara, alternando americana y corbata floja, como un presidenciable algo más creíble, pero que no ha podido evitar dejar claro que necesita al PSOE para tocar poder. El nuevo Psoe ha recogido el guante a través de su portavoz provisional, José Luis Ávalos, que se ha revelado como un sobrio y eficaz orador, pero el viejo partido tiene motivos para no fiarse del nuevo líder y le seguirá atando corto por el momento.
También la oferta de En Comú Podem y su lider Xavier Domènech a ERC para aislar a la antigua Convergencia puede abrir nuevas vías de entendimiento para el difícil problema catalán, así es que la moción de Iglesias, más allá del espectáculo, ha servido para el acercamiento entre la izquierda y para superar viejas heridas. Es decir, sin decirlo, Pablo Iglesias ha apostado por la vía errejonista del diálogo y la no agresión de su marginado ex portavoz parlamentario.