Un pacto contra el terrorismo firmado a la fuerza para mantener la obligada unidad contra el terrorismo. Un pacto entre dudas y vacilaciones casi ridículas del secretario general socialista, Pedro Sánchez, que en su enfermizo cálculo de situaciones, fotos y posados, no sabía bien si le iba a favorecer firmar en la solemnidad de la Moncloa con Rajoy. Por otro lado quedarse fuera del pacto le hubiera supuesto el envío directo a la hoguera de los herejes por negarse a suscribir un Pacto de Estado . Hubiera sido la demostración para la derecha de que el lider socialista no da la talla ni es un hombre de Estado. Pero un pacto de Estado es algo más que eso; es un acuerdo de todos que debe negociarse, discutirse y escribirse entre todos. No es la improvisación de cuatro folios elaborados por PP y PSOE que luego getilmente invitan a los demás partidos a sumarse. Ante tal aberración democrátrica, el resto de grupos se niega a admitir el trágala como es natural.
Pero no es esto lo más grave del asunto. El pacto, después de afirmar que "Es la Ley la que ampara los derechos de los ciudadanos y vela por el respeto a sus libertades." contempla la máxima pena para los delitos de terrorismo, que será la pena de prisión permanente revisable (osea la pena de cadena perpetua) a la que se opone por principios los socialistas. Eso no ha sido obstáculo para que el PSOE firme este pacto, cuya necesidad y utilidad suscribo. Pero firmar un pacto sin compartir un punto esenciaal es sencillamente la negación del propio acuerdo, que nada más firmar se propone modificar en uno de sus puntos troncales: el de la aplicación de la pena máxima que se contemple el Código Penal. Y no solo eso, el Partido Socialista anuncia la interposición de un recurso sobre la pena de cadena perpetua ante el Tribunal Constitucional.
Este es un ejemplo clamoroso de esa política de hipocresía, de apariencia y de foto solemne de la que estamos hartos. Ya está bien.
FOTO: FERNANDO ALVARADO-EFE